Ser un orador aceptable se ha convertido en requisito imprescindible para un número cada vez mayor de personas, y para el ejercicio de profesiones tales como directivos, comerciales o académicos, entre otros quienes en ocasiones específicas deben presentar proyectos, hablar en simposios o aparecer en los medios. Es también una necesidad en momentos decisivos de la vida personal de hombres y mujeres de toda condición.