La representación del ser humano es casi tan antigua como la historia del arte. Bosquejar una figura humana no solo significa capturar su materialidad, sino también atrapar visualmente su motricidad, sus gestos y sus emociones, como si de un pensamiento fugaz se tratara. Plasmar todo esto en una hoja de papel es una habilidad que puede entrenarse y perfeccionarse, y esto es precisamente lo que explican los autores.